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L.K.F

viernes, 30 de septiembre de 2016

No te miento si te digo que vi reunirse a los cerebros que quedaban, desperdigadas luces en la noche profunda, no te miento si te digo que no quiero mentir, que vi tres pájaros negros y sólo corrí.
Pero para mentir sigo mintiendo, aunque no miento si digo que no quiero mentir. Ayer las cosas no estaban bien, aire fétido despedían los grandes tubos que enroscados caían bajo la tierra, y alguna que otra bomba explotaba a gran altura...
Pero hoy desperté diferente, con la cara pegada en el techo, disfrutando del escaso oxígeno que podía respirar

jueves, 13 de marzo de 2014

Conexión Azul


Me desconecto, para desconectarme,

mi vida siento,
fluyendo el eterno carretel de hilo viejo...
Me desconecto,
para volver de nuevo a conectarme,
y saber,
si es posible,
saber del ayer y del hoy,
de lo que en mis venas corre,
sangre azul,
del reflejo de palabra que arrojas en el umbral...
Mi cuerpo siento,
mis manos que se enfrían, 
tocar como si tocaras la nota del mar,
el mar tan azul como las venas azules de enredaderas.

Las lágrimas de luna bajarán  a acunarte,

dormirás profundamente en las aguas,
estarás conmigo,
mañana vendrán de lejos las luces.

Me conecto, y conectarme cuesta lágrimas,

sudor de tu plexo,
si, 
del pecho blanquecino que aún ocultas cada tanto.

Y te conozco,

tus ojos son los míos con otras maneras.

Pero volviendo al tema,

ya no sé que decías.

Dime tú,

si es que sabes,
de la luna de plata.

De tu mar, son mis mares, 

inmensas mareas.

Me conecto,

 a veces también, 
ya lo sé, 
está mal dicho,
a propósito, 
conoces,
te enredo.

Decir, 

decía que concluyendo,
aparecería el día,
que la noche se iría,
que vendrán mañana,
que verás su luz,
que me voy, 
que me fui,
que verán está bien dicho,
que no estuve...


Lola Kiayes.


martes, 3 de diciembre de 2013

EL SOL MOJADO

Fotografía: Jessica Schenck Nini
Personaje de la Foto: L.K
Lugar de la toma: Bella Vista, Maldonado, Uruguay.



EL SOL MOJADO
     Eran las tres de la tarde, estaba algo cansada y no sabía exactamente qué hacer, hasta ahí todo era normal, nunca sé exactamente qué hacer, y el cansancio quizá nació el mismo día que vine a este mundo, la hora parecía tan natural como ayer. Por mi ventana se asomó un pez, le miré como si fuese un sueño, no creía lo que estaba viendo, era un pez tan real, con alas reales, como las de los pájaros, como las de los otros peces que vi aquella otra vez. Giré mi cabeza a un lado, cerré los ojos y volví a abrirlos, el pez estaba allí, y se acercó volando hasta quedar chocando su mirada con la mía, creo que todo eso me empezaba a sonar familiar, creo que reconocí en ese ser alado la figura de algo que alguna vez recordé fugazmente, pero es que me olvido tanto de las cosas…
     Hoy las distancias se acortan y mis venas encuentran el camino que va al profundo mar, quiero ahogarme en aguas azules, llenarme de agua y ser ella, será que todo vino de allí. Pero qué tontería si al fin y al cabo yo estaba cubierta de agua, adonde quiera que fuera, la arena me arrastraba hasta la costa, la sal me llevaba a mirar lejos, y las olas cantaban la canción de cuna para dormir bajo la luna. Miré el reloj, no tenía uno de pulsera, nunca me gustaron, tampoco tenía de pared, nunca me preocupé por uno, entonces recurrí al celular, vagamente sabía dónde podía hallarse, lo busqué y vi números borrosos, se pudrió su batería pensé, y volví a cerrar los ojos.
     Ya no sé cuántos días pasaron, nuevamente vuelvo a perder la noción de la vida fuera de las aguas, no quisiera saber, tantas cosas me agobian. Estoy, creo, indagando en un pasado que ha vuelto, y con una punzante aguja vuelve a pinchar cada noche la memoria, me desvela la vida nueva que aún no llevo. Recuerdo que una vez me pregunté si no estaría preparándome ahora para la verdadera vida, esa que encontraré después de esta muerte. Pero qué tonterías, las estrellas se han alejado del planeta. Desde el lugar en donde estoy oigo voces que me llaman a lo lejos, quizá sean ellos que han venido a ver si aún vivo, las voces siguen llamándome, y yo he empezado a pensar que estoy muy lejos, tan lejos que volver me da pereza.
     No, no fue un delirio, me encontré con el pez a la mañana siguiente, estaba esperando que me despertara, desayuno listo y la casa en orden, como nunca, esto sí que era raro. Alguna vez estuve en situaciones incómodas pero  nunca fueron como esta, había tenido un pez en mi cara al segundo siguiente de abrir mis ojos al despertar, nunca  un pez me había preparado el desayuno, bueno…quizá no lo hizo él pero entonces sería peor, no sabría a quién adjudicarle las frutas de la mañana, y agregamos otro personaje a la historia y esto ya parece una locura… Al fin, oí un estallido,  un fuerte viento y mucho líquido, por todos lados, densidad conocida, agua y más agua, mi casa llena de agua, mis pulmones transformándose en silencio, branquias, alas, aletas, escamas, todo era tan real.
     Ahora ya no escucho voces sino cantos, y están cerca, son como de sirenas que se mueven armónicamente  en la luz que ingresa desde arriba. Las estoy viendo jugar  con alegría, la memoria, cosa rara la memoria, no sé cómo pude olvidar tanto. Un pedazo de llanto con lágrimas se escapa en la almohada, no puedo quedarme todo el tiempo recordando, para mentir te mientes y te escapas. Ahora ya no escucho cantos sino voces, y sigo, pensando en cantos, me preparo, para la verdadera vida si es que esto es otra muerte…Ahora ya no quiero escuchar voces sino cantos.



L.K(Lola Kiayes)

martes, 4 de junio de 2013




Cerebro roto,
brillante de bombas que estallan a lo lejos,
cerebro roto,
distorsionando imágenes que pasan,
pronto cesará,
el silencio,
cerebro en partes,
el silencio,
no hay que acostumbrarse.
Los gigantes desatan la guerra,
neuronas que chocan de punta a punta...
Cerebro extraño,
desinfección del monstruo,
la vida que no aguanta y se hace a un costado...
En la mañana caerá el águila, y traerá la carta final,
no toques el avispero,
arderá en llamas el cielo,
dicen los abuelos que los nietos llegarán,
pero el cerebro extraño tiene dudas de la duda,
y de la duda final,
y el silencio de nuevo,
invadiéndolo todo,
vacío cerebral,
y cerebro roto,
una vez más,
distorsionando imágenes.
Se fue el malcriado,
tendió la red,
dicen los abuelos que no habrá de volver...
Cansada la mañana se cansó de madrugar,
para qué si la tarde se cambió por la noche,
pero vendrá el día para el nieto que llora,
cerebro roto,
pintándose de azul,
insistente destino,
no hay que acostumbrarse...


Lola Kiayes.

viernes, 5 de abril de 2013

SIN DUDA ALGUNA


Esta soy yo,
gritando por los rincones las voces no se oyen...
Esta era ella y la noche que acechaba tras la puerta,
pero el día pedía la luz y en calma camina el ave...
Saltar no puedes, vas a caer...
las paredes se asemejan a cuchillos en las tardes.
Esta es la espera,
y la roca que mueves de muy cerca.
Las montañas que esquivas han dejado de mirarte.

Esta es ella,
despojándome de todo lo que es mío,
esta no es nadie,
nos perdimos juntas en la niebla...
Y en la medida de dos cuadras y tres horas,
como en un halo mágico te envuelves...

Vas a caer y el golpe te renueva las heridas,
largas venas corren a tu cráneo,
bombea la sangre puntos azules,
no sabes a dónde apunta el sol ni a dónde está la ventana...


Esta soy yo,
contando el segundo que derrite tentaciones,
las voces no se oyen gritando en los rincones...

Vas a venir,
como vendría quien tiene que venir desde muy lejos...

Esta no soy yo.

Lola Kiayes.


lunes, 25 de febrero de 2013

de visita.

     Promesa de día número uno.


     Creo que con el tiempo se desgastó, apareció como oxidado, lejos, en el rincón más gélido de la casa. Las mañanas ya no eran un problema en sí, con los años había aprendido a convencerme para que no me levantase temprano, ya nada tenía sentido, excepto las frases delirantes de los sueños que vagamente recordaba al despertar. Andaba merodeando en el jardín a todo momento, supuse cierto día que no había llegado por una simple casualidad, y cuando me dediqué a investigarle se ocultó por el transcurso de doce días. Nunca creí que fuera a ofenderse, y mucho menos que fuera a amenazarme diciéndome que si él se iba yo perdería mis sueños, el caso es que lo hizo, se ofendió y me amenazó como si en el fondo todavía estuviese herido.Cosas más raras sucedieron cuando se metió en mi habitación irrumpiendo mi placentero descanso, me desperté súbitamente y lo vi en la penumbra mirándome fijo y con cara de miedo, parece que no podía dormir solo en el jardín así que desde esa noche se mudó con sus pocas cosas dentro de mi casa. Pasamos a ser casi una pareja, con el único defecto de que no teníamos sexo ya que de ninguna manera se me ocurriría tirarme encima de ese extraño ser, no podría llevar a nadie a dormir pues se asustarían de él, y tampoco podía echarlo al sofá pues las veces que lo intenté se quejó durante varias horas provocándome un fuerte dolor de cabeza. No es que fuese exactamente insoportable pero ya comenzaba a fastidiarme, y cuando me di cuenta de que en verdad los acontecimientos iban de mal en peor comencé a sospechar nuevamente de sus intenciones, pero no retomé la investigación por miedo a que volviera a enojarse conmigo. Por aquellos días se tornaba cada vez más frío el aire, entonces decidí no expulsarle, pues llegaba el invierno, y al menos serviría para calentar la cama, ya que yo no contaba con mucha sangre, ni como para poder siquiera darle algo de calor a mi moribundo cuerpo, me convendría tenerlo un poco más.
      La mañana que peleamos él se fue llorando, lo corrí por tres cuadras y media y mi corazón parecía explotar, me cansé y volví a mi habitación para pensar sobre el asunto. Después de horas de discusión interna arribé a descubrir que me sentía muy bien sin él, ya el invierno había pasado y ahora no sería un gran problema soportar el clima, pero para sorpresa mía, no se había ido, al salir en dirección a la cocina me crucé con una bola de gelatina viscosa y de color verde avejentado, sin duda era él. Largas se hicieron las noches siguientes al lado de aquel asqueroso bicho que no dejaba de mirarme hasta que me quedaba completamente dormida. En la mañana número noventa y nueve me decidí a enfrentarle y expulsarle definitivamente, me dispuse entonces a pensar un plan estratégicamente bueno como para dar en el blanco y hacer que se fuera. El plan falló, esa gelatinosa figura llegada de no sé dónde seguía allí, y cada vez me fastidiaba más y más, ya casi estaba exenta de paciencia así que aposté mis últimas fuerzas a no enemistarme en absoluto sino todo lo contrario...
       Confieso que después de casi tres años de vida en concubinato con ese cada vez más apestoso bicho, comencé a quererle, de a poco fui encontrándole utilidad, lavaba la vajilla cada vez que yo no tenía ganas de hacer las tareas del hogar, a veces hacía la cama, y otras veces limpiaba los pisos y el baño, también le puse a podar las flores con las que recuerdo se espinó un poco y casi muere infectado. Tuve pena varias veces de él así que siempre fui un poco sensata y cuando estaba casi al borde de la muerte y rogando piedad, por su insistencia, le salvaba la vida y le dejaba seguir a mi lado. El gran lío lo tuve cuando fueron a casa los del servicio médico, yo sola no pude curarle la infección entonces tuve que llamar a un amigo que justo trabajaba de enfermero en la mutualista donde yo me asistía, le tuve que inventar una historia y como en verdad supuse que no estaba creyéndome nada, accedí a mostrarle al maloliente. Lógicamente y como era de esperar, mi amigo me miró asombrado y con los ojos abiertos como dos bochones de aquellos con los que solían jugar los niños; desde ese día perdí un amigo enfermero, no me habló y cada vez que me veía en la ciudad me evitaba descaradamente. Nunca creí que fuera tan susceptible, de haberlo sabido hubiese comprado los medicamentos que a mí me pareciese y hubiese dejado morir, después de todo, a esa cosa que ahora se oxida cada vez más en el rincón...
      Ahora atino a pensar que se debe de haber oxidado porque lo dejé varias horas atado a un árbol debajo de la lluvia, pero después de girar en torno al sillón y rascar mi cabeza y tirar de mis cabellos, pienso en que no debe de haber sido la lluvia la causa de su oxidación, sino más bien el día en que lo dejé sumergido en la piscina con aquellos ladrillos atados a su cuello, todavía no sé cómo pudo llevarme a tal extremo pero al fin fui sensata y lo saqué de allí... Sigo meditando sobre el asunto y ya no sé cómo accionar. La investigación quedó a medias y ahora ya poco me importa, seguro debe de haber venido con el claro objeto de enloquecerme, y no es que esté quedando loca, o que ya lo esté, pero es que este ser no puede ser más que de un vil planeta en el que se dedican a molestar a individuos calmos como yo.
     

Promesa de día número 2

     Amaneció de nuevo como siempre amanece- esto de las mañanas ya me está matando- y mi vista estaba cansada, mis ojos apenas podían abrirse, me reí a carcajadas cuando vi la notificación que me habían pasado por debajo de la puerta, la leí con mucha paciencia, estaba muy relajada a pesar de estar también muy cansada, al parecer se me informaba de mi incapacidad de comprender a cierto tipo de razas que estaban frecuentando mi hogar, se me acusaba además de daños varios, y hasta de intento de homicidio en contra del señor M.M, señor que dada las descripciones era esa gelatina que no es que frecuentara mi casa, sino que más bien la habitaba. Intenté seguir leyendo esos tantos disparates que estaban juntos, situados todos en tan pequeña carta, pero la verdad no pude ni quise leer más, entonces me tumbé en el piso de espaldas, cuando lo hice sentí colarse a mis lados un líquido marrón con olor algo putrefacto, examiné con mis ojos la situación, todo indicaba la tan deseada muerte del señor M.M a quien acababan de presentarme formalmente.

Promesa de día número 3

Pues parece ser que ahora todo es muy simple, que las cosas no fueron más simples porque yo no las dejé ser. Para narrar mi desdicha puedo acudir al llamado del recuerdo o puedo simplemente revelarles mi presente, ya todo da igual, la masa gelatinosa que antes era verde y de a poco se fue oxidando ha muerto, sí, y lo ha hecho en mis manos, o mejor dicho, a mis espaldas, en fin, como sea, soy la culpable de la tragedia que acongoja en este momento a todo un planeta de seres de tipo baba de caracol, que además de mirarme muy feo parecen estar hablando de mí. Cada vez entiendo menos, estoy dentro de algo que podría ser una especie de celda, pero parece que en este sitio a pesar de ser un poco extraños, no son tan desconsiderados,  me han dado una frazada para poder cubrirme y me han dicho que estoy cordialmente invitada a ser su visita casi eterna, que podré ir a la tierra alguna que otra vez, y que deje de quejarme tanto pues pronto saldrá el sol y me verá con esta cara y se enfadará. De verdad, yo cada vez entiendo menos, por suerte conservo algunas sabias palabras y quizá las únicas del señor M.M, recuerdo que en una de esas veces en que yo quería levantarme temprano, él me convencía de no hacerlo, me decía que de pronto nada tendría sentido, que leer una carta daría igual, y que no leerla era lo mismo, que ya estaba destinada a pasar por otra suerte de cosas y que en las mañanas pululaba un aire frío que todo lo helaba, que era mejor que yo no me levantara... 
     No puedo creer lo que estoy viendo, se parece mucho al señor M.M, y me acompaña en este momento y está en la esquina, en esta especie de cárcel sin rejas, juraría que se parece al señor M.M, le veo un poco oxidado pero menos que aquella vez de la piscina, y menos que después de aquella lluvia. No sé qué es lo que estoy viendo exactamente, sólo estoy dejando cerrar mis ojos porque me están pidiendo descansar, las mañanas ya no serán un problema en sí, con los años he aprendido a convencerme de no levantarme temprano, mejor no encontrar jamás un señor M.M merodeando en el jardín, ya nada tiene sentido, excepto las frases delirantes que vagamente ya no recordaré al despertar...

Lola Kiayes.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Historias de la verdad húmeda.

No estabas detrás de la ventana cuando tu abrigo vino a darme frío,
en aquél galpón alejado de la ciudad el viento soplaba más fuerte,
y un hálito húmedo como borrasca de tiempo atravesaba mis huesos,
habías venido justo en el momento en que no debías de venir,
nunca acertabas a esperar el segundo perfecto.
Recuerdo haberte visto maldiciendo alguna esperanza de esas que siempre fallan,  y mientras la lluvia cumplía su parte del trato tú volvías a caer...
No estabas tampoco debajo del suelo,
tus manos arañaron mis talones pero no estabas en ningún sitio...
Recuerdo también que la última vez habías querido intimidarme con ideas de muerte, de esas que sobrevuelan tu mágico pasado en velas,
y la hora cinco se acercaba como en el presente, sigilosa, esperando que yo ingrese en el túnel que nos lleva al centro mismo...
Por estos sitios ya no sé si volverán las aves a sobrevolar las escaleras,
pero siempre estará tu mano aguardando la mía,
he de irme con prisa en este instante,
pero siempre estará tu abrigo para darme frío,
y esperaré paciente la llegada de esa otra idea que remueva el fragmento número uno...
A fin de cuentas ya no sé porqué haz venido,
siempre llegas cuando no debes de llegar,
y te escondes para que no vea tu estirpe claramente,
ya no entiendo,
todo vuelve a confundirse con la niebla que puebla este sueño...
El problema vino a desatar el nudo que ya no importaba,
y aquellos tristes ojos miran el vacío,
y ven a las ranas saltar bruscamente peldaños abajo,
y desmientes la farsa insostenible mientras rezas por tu alma...
Pero claro, es que llegas siempre cuando no debes de llegar,
se me olvidaba,
es que nunca escucho lo que tengo que escuchar...
Pero claro...
si ni siquiera te conozco,
perdón,
te conozco pero no quiero revelarte,
perdón,
es que quizá vayas a intimidarme nuevamente con mucha verdad,
aunque también es verdad que es de ese tipo de verdades que cavan la gran fosa que asciende,
te conozco,
y me atormentas desde el alba...
Te conozco y sé que serás algún día mi objetivo,
más por el momento te tendré en piezas,
y te veré en las milésimas de segundo para adaptar mis ojos a los tuyos...
Discúlpame si he sido demasiado distante,
es que las ranas siguen huyendo peldaños abajo...

Lola Kiayes.

jueves, 31 de enero de 2013

Recomendado!! el uso y la creación de símbolos.


La pereza que me envuelve en la casa de los sueños,
estás tan cerca del amanecer que ya no me escuchas,
nunca vas a mirar atrás para borrar los pasos que te dieron caída...
Si apenas supieras de mí,
si la pena no volviera a tu ventana sólo para verte mal,
si dejaras de hablarme al oído y correr por las esquinas rompiendo el silencio,
y si sólo encontraras un pequeño reflejo en el que pudieras verme,
pero te empeñas en seguir por la curva del ocaso...
Ya podrías dejar de jugar con todo,
como si la pereza no fuese a estar allí en algún momento...
Tu sabes que siempre te esperan los brazos de la tarde, y no debes de ir,
y vas,
desconsolada y sin dirección,
sigues errante y al final ni siquiera puedes ver tus pies...
Y esa envolvente pereza que vuelve a tocar tu mejilla y te invita eterna a tirarte en la cama de cara al techo...
Si pudieras,
si sólo pudieras darle la mano y alejarte,
pero te entregas,
y ella seduce,
y el reflejo se cansa de esperarte,
ya no me ves,
y te pierdes,
una vez más,
como siempre lo haces,
te pierdes y me voy...
Pensé que era esta la última vez que volvería,
pero vuelvo,
y nunca me ves,
y vuelvo,
y una vez más como siempre lo haces,
me dejas ir,
y me voy ahora para no volver,
te dejo por si acaso el último centímetro cuadrado que me queda, la sangre del mar y una luna llena...

L.K

domingo, 30 de diciembre de 2012

Brotaban desde dentro,
estaban tan cerca,
las ganas desgastadas,
brotaba el silencio que quería hablar.
Una vez más no estabas aquí,
dejaban las horas de mirar a un costado,
todo caía e iba derritiéndose...
Son sólo ganas de llorar,
y el llanto no sale,
y cantas la canción que te enseñaron,
nada podría fallar y falla,
y sigues en silencio contando los segundos...
Vuelve a abrirse el hueco en tus manos,
amenazas con tocarme y no lo haces,
se derrite tu nariz,
y tu boca y tus ojos,
ya no ves,
que no puedo,
no debo,
dejarme llorar en la espera de eso.
Arrebatas una sonrisa y la desmientes mientras cantas de nuevo,
brota el espiral,
dejas que vuelva todo a componerse,
y el llanto que no sale,
tú que te apartas del reflejo,
y te pierdes,
no te encuentras,
de nuevo,
otra vez buscándote...

L.K

sábado, 29 de diciembre de 2012

fluir

Después de tanto tiempo,
la dicha parece haber vuelto,
y la soledad se hace un lado para dejarme compartir,
las voces vienen desde lejos...
Después de las horas consumidas en la nada,
un viento que no fue siquiera un parche para el vacío...
Y sólo si la tarde se deja querer,
sólo si el sol sale por mi ventana y no espera el ocaso,
sólo y sólo en este instante,
faltabas vos y lo imaginé,
y después de tanto no querer,
apareció lo que temía,
y llegó,
amor de mar,
cálida ola corriendo a lo profundo.
Después de nada ese todo,
y yo que miraba el oeste y despertaba en las noches,
y sólo si la tarde se deja querer,
y si deja este instante tocar el azul...
Compartida,
el litro por litro de algo que es real,
llegó de nuevo,
vino del ayer,
se fijó con garras suaves en las entrañas de este hoy,
vino de ayer,
y era del mar...

Lola Kiayes.