Bienvenido al sitio. Los comentarios que dejes sobre cada entrada son de gran importancia para mejorar la calidad de las publicaciones. gracias.
L.K.F

lunes, 25 de febrero de 2013

de visita.

     Promesa de día número uno.


     Creo que con el tiempo se desgastó, apareció como oxidado, lejos, en el rincón más gélido de la casa. Las mañanas ya no eran un problema en sí, con los años había aprendido a convencerme para que no me levantase temprano, ya nada tenía sentido, excepto las frases delirantes de los sueños que vagamente recordaba al despertar. Andaba merodeando en el jardín a todo momento, supuse cierto día que no había llegado por una simple casualidad, y cuando me dediqué a investigarle se ocultó por el transcurso de doce días. Nunca creí que fuera a ofenderse, y mucho menos que fuera a amenazarme diciéndome que si él se iba yo perdería mis sueños, el caso es que lo hizo, se ofendió y me amenazó como si en el fondo todavía estuviese herido.Cosas más raras sucedieron cuando se metió en mi habitación irrumpiendo mi placentero descanso, me desperté súbitamente y lo vi en la penumbra mirándome fijo y con cara de miedo, parece que no podía dormir solo en el jardín así que desde esa noche se mudó con sus pocas cosas dentro de mi casa. Pasamos a ser casi una pareja, con el único defecto de que no teníamos sexo ya que de ninguna manera se me ocurriría tirarme encima de ese extraño ser, no podría llevar a nadie a dormir pues se asustarían de él, y tampoco podía echarlo al sofá pues las veces que lo intenté se quejó durante varias horas provocándome un fuerte dolor de cabeza. No es que fuese exactamente insoportable pero ya comenzaba a fastidiarme, y cuando me di cuenta de que en verdad los acontecimientos iban de mal en peor comencé a sospechar nuevamente de sus intenciones, pero no retomé la investigación por miedo a que volviera a enojarse conmigo. Por aquellos días se tornaba cada vez más frío el aire, entonces decidí no expulsarle, pues llegaba el invierno, y al menos serviría para calentar la cama, ya que yo no contaba con mucha sangre, ni como para poder siquiera darle algo de calor a mi moribundo cuerpo, me convendría tenerlo un poco más.
      La mañana que peleamos él se fue llorando, lo corrí por tres cuadras y media y mi corazón parecía explotar, me cansé y volví a mi habitación para pensar sobre el asunto. Después de horas de discusión interna arribé a descubrir que me sentía muy bien sin él, ya el invierno había pasado y ahora no sería un gran problema soportar el clima, pero para sorpresa mía, no se había ido, al salir en dirección a la cocina me crucé con una bola de gelatina viscosa y de color verde avejentado, sin duda era él. Largas se hicieron las noches siguientes al lado de aquel asqueroso bicho que no dejaba de mirarme hasta que me quedaba completamente dormida. En la mañana número noventa y nueve me decidí a enfrentarle y expulsarle definitivamente, me dispuse entonces a pensar un plan estratégicamente bueno como para dar en el blanco y hacer que se fuera. El plan falló, esa gelatinosa figura llegada de no sé dónde seguía allí, y cada vez me fastidiaba más y más, ya casi estaba exenta de paciencia así que aposté mis últimas fuerzas a no enemistarme en absoluto sino todo lo contrario...
       Confieso que después de casi tres años de vida en concubinato con ese cada vez más apestoso bicho, comencé a quererle, de a poco fui encontrándole utilidad, lavaba la vajilla cada vez que yo no tenía ganas de hacer las tareas del hogar, a veces hacía la cama, y otras veces limpiaba los pisos y el baño, también le puse a podar las flores con las que recuerdo se espinó un poco y casi muere infectado. Tuve pena varias veces de él así que siempre fui un poco sensata y cuando estaba casi al borde de la muerte y rogando piedad, por su insistencia, le salvaba la vida y le dejaba seguir a mi lado. El gran lío lo tuve cuando fueron a casa los del servicio médico, yo sola no pude curarle la infección entonces tuve que llamar a un amigo que justo trabajaba de enfermero en la mutualista donde yo me asistía, le tuve que inventar una historia y como en verdad supuse que no estaba creyéndome nada, accedí a mostrarle al maloliente. Lógicamente y como era de esperar, mi amigo me miró asombrado y con los ojos abiertos como dos bochones de aquellos con los que solían jugar los niños; desde ese día perdí un amigo enfermero, no me habló y cada vez que me veía en la ciudad me evitaba descaradamente. Nunca creí que fuera tan susceptible, de haberlo sabido hubiese comprado los medicamentos que a mí me pareciese y hubiese dejado morir, después de todo, a esa cosa que ahora se oxida cada vez más en el rincón...
      Ahora atino a pensar que se debe de haber oxidado porque lo dejé varias horas atado a un árbol debajo de la lluvia, pero después de girar en torno al sillón y rascar mi cabeza y tirar de mis cabellos, pienso en que no debe de haber sido la lluvia la causa de su oxidación, sino más bien el día en que lo dejé sumergido en la piscina con aquellos ladrillos atados a su cuello, todavía no sé cómo pudo llevarme a tal extremo pero al fin fui sensata y lo saqué de allí... Sigo meditando sobre el asunto y ya no sé cómo accionar. La investigación quedó a medias y ahora ya poco me importa, seguro debe de haber venido con el claro objeto de enloquecerme, y no es que esté quedando loca, o que ya lo esté, pero es que este ser no puede ser más que de un vil planeta en el que se dedican a molestar a individuos calmos como yo.
     

Promesa de día número 2

     Amaneció de nuevo como siempre amanece- esto de las mañanas ya me está matando- y mi vista estaba cansada, mis ojos apenas podían abrirse, me reí a carcajadas cuando vi la notificación que me habían pasado por debajo de la puerta, la leí con mucha paciencia, estaba muy relajada a pesar de estar también muy cansada, al parecer se me informaba de mi incapacidad de comprender a cierto tipo de razas que estaban frecuentando mi hogar, se me acusaba además de daños varios, y hasta de intento de homicidio en contra del señor M.M, señor que dada las descripciones era esa gelatina que no es que frecuentara mi casa, sino que más bien la habitaba. Intenté seguir leyendo esos tantos disparates que estaban juntos, situados todos en tan pequeña carta, pero la verdad no pude ni quise leer más, entonces me tumbé en el piso de espaldas, cuando lo hice sentí colarse a mis lados un líquido marrón con olor algo putrefacto, examiné con mis ojos la situación, todo indicaba la tan deseada muerte del señor M.M a quien acababan de presentarme formalmente.

Promesa de día número 3

Pues parece ser que ahora todo es muy simple, que las cosas no fueron más simples porque yo no las dejé ser. Para narrar mi desdicha puedo acudir al llamado del recuerdo o puedo simplemente revelarles mi presente, ya todo da igual, la masa gelatinosa que antes era verde y de a poco se fue oxidando ha muerto, sí, y lo ha hecho en mis manos, o mejor dicho, a mis espaldas, en fin, como sea, soy la culpable de la tragedia que acongoja en este momento a todo un planeta de seres de tipo baba de caracol, que además de mirarme muy feo parecen estar hablando de mí. Cada vez entiendo menos, estoy dentro de algo que podría ser una especie de celda, pero parece que en este sitio a pesar de ser un poco extraños, no son tan desconsiderados,  me han dado una frazada para poder cubrirme y me han dicho que estoy cordialmente invitada a ser su visita casi eterna, que podré ir a la tierra alguna que otra vez, y que deje de quejarme tanto pues pronto saldrá el sol y me verá con esta cara y se enfadará. De verdad, yo cada vez entiendo menos, por suerte conservo algunas sabias palabras y quizá las únicas del señor M.M, recuerdo que en una de esas veces en que yo quería levantarme temprano, él me convencía de no hacerlo, me decía que de pronto nada tendría sentido, que leer una carta daría igual, y que no leerla era lo mismo, que ya estaba destinada a pasar por otra suerte de cosas y que en las mañanas pululaba un aire frío que todo lo helaba, que era mejor que yo no me levantara... 
     No puedo creer lo que estoy viendo, se parece mucho al señor M.M, y me acompaña en este momento y está en la esquina, en esta especie de cárcel sin rejas, juraría que se parece al señor M.M, le veo un poco oxidado pero menos que aquella vez de la piscina, y menos que después de aquella lluvia. No sé qué es lo que estoy viendo exactamente, sólo estoy dejando cerrar mis ojos porque me están pidiendo descansar, las mañanas ya no serán un problema en sí, con los años he aprendido a convencerme de no levantarme temprano, mejor no encontrar jamás un señor M.M merodeando en el jardín, ya nada tiene sentido, excepto las frases delirantes que vagamente ya no recordaré al despertar...

Lola Kiayes.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Historias de la verdad húmeda.

No estabas detrás de la ventana cuando tu abrigo vino a darme frío,
en aquél galpón alejado de la ciudad el viento soplaba más fuerte,
y un hálito húmedo como borrasca de tiempo atravesaba mis huesos,
habías venido justo en el momento en que no debías de venir,
nunca acertabas a esperar el segundo perfecto.
Recuerdo haberte visto maldiciendo alguna esperanza de esas que siempre fallan,  y mientras la lluvia cumplía su parte del trato tú volvías a caer...
No estabas tampoco debajo del suelo,
tus manos arañaron mis talones pero no estabas en ningún sitio...
Recuerdo también que la última vez habías querido intimidarme con ideas de muerte, de esas que sobrevuelan tu mágico pasado en velas,
y la hora cinco se acercaba como en el presente, sigilosa, esperando que yo ingrese en el túnel que nos lleva al centro mismo...
Por estos sitios ya no sé si volverán las aves a sobrevolar las escaleras,
pero siempre estará tu mano aguardando la mía,
he de irme con prisa en este instante,
pero siempre estará tu abrigo para darme frío,
y esperaré paciente la llegada de esa otra idea que remueva el fragmento número uno...
A fin de cuentas ya no sé porqué haz venido,
siempre llegas cuando no debes de llegar,
y te escondes para que no vea tu estirpe claramente,
ya no entiendo,
todo vuelve a confundirse con la niebla que puebla este sueño...
El problema vino a desatar el nudo que ya no importaba,
y aquellos tristes ojos miran el vacío,
y ven a las ranas saltar bruscamente peldaños abajo,
y desmientes la farsa insostenible mientras rezas por tu alma...
Pero claro, es que llegas siempre cuando no debes de llegar,
se me olvidaba,
es que nunca escucho lo que tengo que escuchar...
Pero claro...
si ni siquiera te conozco,
perdón,
te conozco pero no quiero revelarte,
perdón,
es que quizá vayas a intimidarme nuevamente con mucha verdad,
aunque también es verdad que es de ese tipo de verdades que cavan la gran fosa que asciende,
te conozco,
y me atormentas desde el alba...
Te conozco y sé que serás algún día mi objetivo,
más por el momento te tendré en piezas,
y te veré en las milésimas de segundo para adaptar mis ojos a los tuyos...
Discúlpame si he sido demasiado distante,
es que las ranas siguen huyendo peldaños abajo...

Lola Kiayes.