Venía por la calle achicando el ojo izquierdo, le dolía el ver, y caminaba inclinada. Con un hombro levantado y la punta de los dedos tensas, a la espera de algo que aún no llegaba, señalando el futuro, como recordándole a otros el pasado. La vi cruzar la calle a la luz de la luna, estaba arrollada sobre sí misma, me miraba fijo porque sabía que yo no podría aguantar el peso de sus ojos en los míos, caminó algunos metros y se perdió detrás del árbol seco.
En la mañana treinta me miro al espejo y empiezo a tomar su forma, de a poco me vuelvo a convertir en eso que brota dentro todo el tiempo, mi rostro se estiró hacia arriba, dejando el lado derecho bastante normal, lo demás, sufrió un enorme cambio que potenció la voz aguda y ácida de la enferma y muy sana figura. No me reconocía, pero sabía que muchas otras veces me había visto de tal manera, como otras tantas historias antes contadas. La nariz se fruncía un poco, sobre todo en cierta porción del bonito cuadro realista que ahora se presentaba desnudo, ante mis sentidos. En la mañana treinta, ella se apoderó de mí, amenazó con desgarrar los trajes de la farsante, llegó a tomar su lugar y se dejó ser, entera, sin trabas que pudiesen matarle. Una expresión cada vez más inquisidora crecía en el rostro casi inmutable de la figura de sexo ambiguo.
Hoy me desperté pensando en ella, había soñado un par de cosas que me hacían recordarle nuevamente. No sé si me han sugestionado y quizá también forzado para que elija su destino de mujer u hombre, a veces siente ser mujer y otras veces se confunde, y recuerda la niñez y el deseo rotundo de un ser masculino que brotaba y se negaba a esta vida de niña que le había tocado ahora. Pero las hormonas femeninas dejaron nacer la llama que se había apagado en algún remoto torbellino de tiempo, y dieron la verdad de un ser que respiraba agua y aire de cosmos, lágrimas saladas y alas que crecen, tiernos soles que parecen morir, y lunas hermosas que inspiran siempre un rastro más.
Se come las uñas por no decir todo de una sola vez, la paciencia no era lo suyo y aprendió a callar, ahora ha salido de su cueva y se ha reunido con sus semejantes, ya es tiempo, se dicen unos a otros, mientras todos tocan sus pechos, que doloridos, aún pretenden salvar...Disfruta de lo que queda pues sabe que no es mucho y lo demás ya se verá, sabe que las flores crecerán mejor en tierras lejanas, y que la vida nace en ultramar. No puede nunca desconectarse del mundo que le dio vida, ni puede dejar de intentar dar una lanza por él, atina a unir a todos y a prestar atención a lo que los otros sienten cuando sienten...Se come alguna uña, dos o tres, cuatro o cinco, da igual, aprendió a callar. Y sin embargo, cuando en frecuencia encuentra la risa que da al llanto, no escatima en reírse ni en hablar, pasa por lo alto y larga ese otro mismo llanto que muchos más habrán de escuchar.
Cómo sentía ella las cosas, eso parecía ser un enigma, hasta que ella o él se apoderó de mí, y ese mí fue un yo, de este que habla sobre un espejo frente a una vieja foto, un yo de este que ahora escribe sobre sí, y aún parece desprenderse como si no fuese de él mismo que la tristeza también brota. Cómo sentía era un enigma hasta que empecé a sentir, y cuando sentí diferencié entre esa mentira que antes creía, como alguna posible verdad algo más cuerda que la mía...Cuando sentí me di cuenta que antes no quería...
Trabajo arduo el de mirar la foto y dejarme sin cáscaras para examinarme y abrirme cuál médico, y ver el esqueleto, buscando un saber, un don de alguna cura, un porqué, una esperanza, una nada que nos dijera que estamos bien. Un antídoto, una palabra diferente y acelerada, un color burbujeante que se levante en lo alto diciendo adiós. Y me daba cuenta de la cuenta, y sabía contar, y me hacía la indiferente hasta que mis venas estuvieron a punto de explotar, entonces me puse a decir números que como un vómito salían a revelarse. Y entre sumas y restas divisé su alma, vi cuánto sufría por esta tierra que visitaba ahora de manera fugaz, sentí que toda entera era esa piedra que aparenta ser dura, y es de arena, y sin embargo nunca deja de ser piedra. Cuando la vi me vi, cuando la vi era yo y era ella, y una comunión surgió de golpe como la suma que sumaba dos veces cuando restaba mil.
Venía por la calle y no me asusté de verle, me sorprendió un poco, claro está, no es tan hermosa y la luz de la luna le da un aspecto maléfico, pero juro que es buena y no quisiera justificarla pero es que es tan buena, siempre me justifica a mí...Venía y la encontré, entró en mí y mi pierna izquierda se torció caminando con un impulso decidido a demostrar. Tenía dentro como voces que no dejaba apagar, pero al poder distorcionar esa luz, aprendió el mágico canto de la genuina perfección. Siempre le dolería el ver, hasta que todo fuera, y que al verla no la viera, sino que al verla me vea...
L.K.F
En la mañana treinta me miro al espejo y empiezo a tomar su forma, de a poco me vuelvo a convertir en eso que brota dentro todo el tiempo, mi rostro se estiró hacia arriba, dejando el lado derecho bastante normal, lo demás, sufrió un enorme cambio que potenció la voz aguda y ácida de la enferma y muy sana figura. No me reconocía, pero sabía que muchas otras veces me había visto de tal manera, como otras tantas historias antes contadas. La nariz se fruncía un poco, sobre todo en cierta porción del bonito cuadro realista que ahora se presentaba desnudo, ante mis sentidos. En la mañana treinta, ella se apoderó de mí, amenazó con desgarrar los trajes de la farsante, llegó a tomar su lugar y se dejó ser, entera, sin trabas que pudiesen matarle. Una expresión cada vez más inquisidora crecía en el rostro casi inmutable de la figura de sexo ambiguo.
Hoy me desperté pensando en ella, había soñado un par de cosas que me hacían recordarle nuevamente. No sé si me han sugestionado y quizá también forzado para que elija su destino de mujer u hombre, a veces siente ser mujer y otras veces se confunde, y recuerda la niñez y el deseo rotundo de un ser masculino que brotaba y se negaba a esta vida de niña que le había tocado ahora. Pero las hormonas femeninas dejaron nacer la llama que se había apagado en algún remoto torbellino de tiempo, y dieron la verdad de un ser que respiraba agua y aire de cosmos, lágrimas saladas y alas que crecen, tiernos soles que parecen morir, y lunas hermosas que inspiran siempre un rastro más.
Se come las uñas por no decir todo de una sola vez, la paciencia no era lo suyo y aprendió a callar, ahora ha salido de su cueva y se ha reunido con sus semejantes, ya es tiempo, se dicen unos a otros, mientras todos tocan sus pechos, que doloridos, aún pretenden salvar...Disfruta de lo que queda pues sabe que no es mucho y lo demás ya se verá, sabe que las flores crecerán mejor en tierras lejanas, y que la vida nace en ultramar. No puede nunca desconectarse del mundo que le dio vida, ni puede dejar de intentar dar una lanza por él, atina a unir a todos y a prestar atención a lo que los otros sienten cuando sienten...Se come alguna uña, dos o tres, cuatro o cinco, da igual, aprendió a callar. Y sin embargo, cuando en frecuencia encuentra la risa que da al llanto, no escatima en reírse ni en hablar, pasa por lo alto y larga ese otro mismo llanto que muchos más habrán de escuchar.
Cómo sentía ella las cosas, eso parecía ser un enigma, hasta que ella o él se apoderó de mí, y ese mí fue un yo, de este que habla sobre un espejo frente a una vieja foto, un yo de este que ahora escribe sobre sí, y aún parece desprenderse como si no fuese de él mismo que la tristeza también brota. Cómo sentía era un enigma hasta que empecé a sentir, y cuando sentí diferencié entre esa mentira que antes creía, como alguna posible verdad algo más cuerda que la mía...Cuando sentí me di cuenta que antes no quería...
Trabajo arduo el de mirar la foto y dejarme sin cáscaras para examinarme y abrirme cuál médico, y ver el esqueleto, buscando un saber, un don de alguna cura, un porqué, una esperanza, una nada que nos dijera que estamos bien. Un antídoto, una palabra diferente y acelerada, un color burbujeante que se levante en lo alto diciendo adiós. Y me daba cuenta de la cuenta, y sabía contar, y me hacía la indiferente hasta que mis venas estuvieron a punto de explotar, entonces me puse a decir números que como un vómito salían a revelarse. Y entre sumas y restas divisé su alma, vi cuánto sufría por esta tierra que visitaba ahora de manera fugaz, sentí que toda entera era esa piedra que aparenta ser dura, y es de arena, y sin embargo nunca deja de ser piedra. Cuando la vi me vi, cuando la vi era yo y era ella, y una comunión surgió de golpe como la suma que sumaba dos veces cuando restaba mil.
Venía por la calle y no me asusté de verle, me sorprendió un poco, claro está, no es tan hermosa y la luz de la luna le da un aspecto maléfico, pero juro que es buena y no quisiera justificarla pero es que es tan buena, siempre me justifica a mí...Venía y la encontré, entró en mí y mi pierna izquierda se torció caminando con un impulso decidido a demostrar. Tenía dentro como voces que no dejaba apagar, pero al poder distorcionar esa luz, aprendió el mágico canto de la genuina perfección. Siempre le dolería el ver, hasta que todo fuera, y que al verla no la viera, sino que al verla me vea...
L.K.F